Posiblemente Sebastián de Covarrubias, autor de 'Tesoro de la lengua castellana o española' se revolvería en su tumba si supiera que la mayor contribución española al lenguaje político estadounidense del siglo XXI es 'cojones'. Y, posiblemente, Camilo José Cela lo consideraría una reivindicación de su legado literario.
Pero así es. Empezó con John F. Kennedy, que ya escribió en 1961 que "en el Departamento de Estado hay mucho cerebro y pocos cojones, y en el Departamento de Defensa muchos cojones y poco cerebro". Toda una clasificación de los estamentos político y militar, respectivamente. Siguió Madeleine Albright, secretaria de Estado, que afirmó en 1996, cuando el régimen de Fidel Castro derribó dos avionetas del grupo anticomunista 'Hermanos al Rescate': "Esto no es cojones, es cobardía". La declaración fue calificada por el jefe de Albright, Bill Clinton, como "la frase más efectiva de la política exterior de la Administración".
Más recientemente, en octubre de 2004, el venerable semanario británico 'The Economist' afirmaba en primera página que George W. Bush "no cojones". Y ahora, con respecto a las declaraciones de Rick Santorum sobre el español en Puerto Rico, el humorista Steven Colbert ha declarado: "Hacen falta cojones para ir a Puerto Rico y decirles que dejen de decir cojones".
A un nivel más elevado, los cojones también están haciéndose un hueco en el pensamiento político estadounidense. Colum Lynch, el corresponsal de 'The Washington Post' en la ONU se preguntaba esta semana en el titular de su habitual 'post' en la edición 'online' de la revista 'Foreign Policy': "¿Ha descubierto Susan Rice su momento cojones?" Susan Rice es, dicho sea de paso, la embajadora de EEUU en la ONU.
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